Propone la categoría de sufrimiento psíquico como el indicador con mayor capacidad comprensiva para la reelaboración del objeto de la epidemiología en salud mental.
"Trastorno mental" es la categoría central del DSM IV. Alude a un sindrome o patrón comportamental o psicológico de significación clínica que aparece asociado a:
- Un malestar (dolor)
- Una discapacidad (deterioro en una o más áreas de funcionamiento)
- O a un riesgo significativamente aumentado de morir o de sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad.
Cualquiera sea su causa, debe considerarse como la manifestación individual de una disfunción comportamental, psicológica o biológica.
"Trastorno mental" refiere a afecciones intrapsíquicas, con manifestaciones de naturaleza individual.
"Trastorno mental" refiere a afecciones intrapsíquicas, con manifestaciones de naturaleza individual.
Sobre la base de considerar la dimensión subjetiva que constituye el proceso mismo de enfermar y su reconocimiento, se ubica el concepto de sufrimiento [o malestar] psíquico como categoría diferenciada de la enfermedad.
Enumera, siguiendo a Emiliano Galende, una serie de "nuevas formas de expresión del sufrimiento psíquico":
- dificultades para enamorarse verdaderamente
- infortunios de la vida en pareja
- insatisfacción general con las vidas actuales
- fracaso o frustración en el ámbito del trabajo
- soledad o dificultades para relacionarse con los otros
Refiriéndose a Galende, resume: Sobre la base de considerar que la producción de subjetividad está marcada por condiciones históricas y culturales concretas, este autor postula la necesidad de comprender el sufrimiento psíquico en función de las cuestiones atinentes al ser y a la existencia, y no según el modelo médico de enfermedad mental.
Distingue tres grupos de demandas actuales que recepciona el campo de la salud mental, señalando que son experiencias del sufrimiento humano y requieren ser pensadas en el seno de las relaciones sociales en que se generan, sin necesidad de ser traducidas a la lógica de procesos patológicos.
Los tres grupos de demandas a los que se refieren son:
- Las de aquellos que se desmarcan de los comportamientos sociales aceptados (drogadictos, psicóticos, etc)
- Los que por distintas razones fracasan en sus condiciones o capacidad adaptativa a los requerimientos del medio social en que viven (neurosis, depresiones, discapacidades mentales, etc)
- Las de aquellos con mayor riesgo de enfermar en función de su pertenencia a un grupo etáreo o al atravesamiento de un ciclo vital (niños, adolescentes, ancianos, etc).
La propuesta es distinguir entre sufrimiento y patología, y priorizando el concepto de sufrimiento. Esto permite otorgarle visibilidad y reconocimiento a situaciones de afectación a la salud mental que han permanecido opacadas.
Además evita considerar a los conflictos que devienen de la vida cotidiana y de las interrelaciones sociales, en términos de patologías. Las clasificaciones mórbidas ocultan el carácter procesual de los padecimientos, y patologizan las situaciones cotidianas.
[Se podría plantear que resulta por el contrario "patológica" la negación u obturación de los conflictos y formas del malestar que hacen a las situaciones de la vida cotidiana].
"No existe una subjetividad que pueda aislarse de la cultura y de la vida social, ni tampoco existe una cultura que pueda aislarse de la subjetividad que la sostiene". Existe una mutua determinación entre la subjetividad (cultura singularizada) y la cultura (subjetividad objetivada).
En el proceso de construcción de un sujeto, tres instituciones son fundantes de la subjetividad, y son también el escenario donde el sufrimiento humano se hace presente. No son sólo un paisaje, sino "el ámbito social en que se gestan y despliegan" los problemas de salud mental:
"No existe una subjetividad que pueda aislarse de la cultura y de la vida social, ni tampoco existe una cultura que pueda aislarse de la subjetividad que la sostiene". Existe una mutua determinación entre la subjetividad (cultura singularizada) y la cultura (subjetividad objetivada).
En el proceso de construcción de un sujeto, tres instituciones son fundantes de la subjetividad, y son también el escenario donde el sufrimiento humano se hace presente. No son sólo un paisaje, sino "el ámbito social en que se gestan y despliegan" los problemas de salud mental:
- Familia. Institución cambiante, fragilización de vínculos, mutaciones en las formas de relación y desvanecimiento de referencias entre generaciones y sexos. A mayor aislamiento social, mayor prevalencia de enfermedades orgánicas, accidentes, o problemas de salud mental.
- Trabajo. Cumple una función central, como constitutivo de la subjetividad (y no solamente por estar ligado al sustento económico). Las condiciones de explotación, enajenación, incertidumbres, imprimen un quiebre en la subjetividad. Las depresiones y angustias de la población adulta encuentran la fuente de mayor conflicto en el área del trabajo, por su relación con el proyecto existencial. Destaca la relación entre depresiones, y el consumo de alcohol, drogas o psicofármacos, con el derrumbe del proyecto existencial, y este está indisolublemente ligado a las posibilidades sociales de realizarlo. El resultado de las rupturas o quiebres de la trayectoria laboral configura situaciones difíciles de aceptar y mucho más difíciles de tramitar psíquicamente por cada individuo ya que ponen en crisis no solo su nivel de vida sino su identidad.
- Escuela. Sigue siendo un agente privilegiado de socialización (secundaria). El fracaso en la escolarización se ha leído muchas veces como individualizado, opacando sus raíces institucionales, sociales, culturales, económicas... Y afecta a los sujetos en sus competencias cognitivas, en su inserción social, y en el desarrollo de los grupos de pertenencia, todo lo cual se liga a las vicisitudes de la salud mental.
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