Dr. Hugo Spinelli
Agradezco mucho la invitación de Carta Abierta.
Hablar de todos estos puntos en quince minutos es un
desafío, pero voy a tratar de plantear algunas cuestiones. El diagnóstico de la
situación de la salud de las personas y del sistema no es muy estimulante.
Viejos y nuevos problemas epidemiológicos y organizacionales afectan al sistema
y a la población.
Por ello, me permitiría empezar diciendo que si hay
algún depresivo grave entre los presentes, sería recomendable que se retire de
la sala. ¿Por qué? Porque el diagnóstico epidemiológico del país dista mucho de
lo que se esperaría en resultados al analizar el gasto en salud que tiene el
país -casi el equivalente al 10% de su Producto Bruto Interno-. Ese gasto se
acompaña de indicadores que dan vergüenza, si los comparamos con la dimensión
de gasto y con el conocimiento acumulado técnico de las disciplinas o el
conocimiento más generalizado del campo socio-sanitario. Que en el año 2010, en
Salta, existan, de base endémica, entre 100 y 200 casos anuales de
leishmaniasis, o que la tuberculosis sigue estando presente en el país en todos
lados, y que los médicos que están en centros de salud la señalen como problema
cotidiano, son claros ejemplos de lo que estamos señalando. Como también lo es
que en las provincias de la Patagonia siga el tema de la hidatidosis como
problema de salud pública. Menciono las anteriores, por sólo nombrar algunas de
las viejas enfermedades que serían de muy fácil erradicación, si hubiera
decisión política de las autoridades de salud. Pero no solo estos temas no
están en la agenda, sino que la agenda la ocupan la gripe A y el negocio de la
vacunas.
A las cuestiones epidemiológicas que venimos
acumulando como problemas no resueltos a lo largo de décadas, se agregan los viejos
y nuevos problemas organizacionales.Entre los nuevos, observamos hechos que
realmente llaman la atención, por ejemplo, la existencia de vacantes en las
residencias. En los últimos tiempos empiezan a quedar vacantes, cuando
históricamente eran un elemento significativo en la realización profesional de
un egresado de una facultad. Otro tema que comenzó a aparecer en agenda desde
los ´90, es el de la violencia a los trabajadores de salud, problemas que no
aparecen sólo en Argentina. También la violencia al interior de las
organizaciones. La otra vez hablaba con el presidente de un círculo médico de
la provincia de Buenos Aires y me decía que el principal motivo de los juicios
que tenían en el colegio estaba dado por conflictos entre colegas de trabajo, que
era quienes motivaban las denuncias.
Pero también continúan los viejos problemas
organizacionales: la expansión tecnológica irracional; la medicalización; el
negocio de los medicamentos; el deterioro de la infraestructura; los modelos
formadores de las universidades basados en lógicas biomédicas; los problemas
organizacionales y la insatisfacción de la población por sólo citar algunos de
los mas importantes.
En una organización compleja como es la organización
de salud -y voy a ir avanzando sobre ello- otro tema que realmente aparece como
preocupante, es el de las capacidades de gestión/gobierno. Así, tenemos a
compañeros y compañeras que llegan a espacios de gestión y terminan muy
golpeados en dicho proceso y en general con muy poca ilusión en volver a
desempeñar un cargo. Ello se refleja en la ausencia de interesados en ocupar
cargos de gestión a nivel nacional, provincial o municipal. Cargos que,
históricamente, representaron en el país -como mínimo- un símbolo de
realización profesional, hoy no son procurados por los profesionales, porque
ven a esos procesos como destructivos -lo denominan “picadoras de carne”-. Lo
cual significa un abandono de espacios que entendemos como centrales si
queremos producir alguna transformación en los servicios y modelos de
organización del campo de la salud.
Todo ese proceso de deterioro macro y micro
institucional, tiene repercusiones en la salud de los trabajadores de la salud;
y es un tema que empieza a aparecer fuertemente y que los mismos trabajadores
empiezan a colocar como problema.
Todo ello no es casual, sino que es el resultado de
una construcción social e histórica, donde confluye un proceso de
medicalización de la sociedad que determina que el modelo sea hegemónico y de
allí la gran dificultad para cambiarlo.
Me parece necesario desarrollar uno de los puntos que
se plantean en la convocatoria, el de los ejes para pensar. En ese sentido,
quiero señalar que el problema no radica en hacer un buen diagnóstico, porque
con seguridad vamos a coincidir fácilmente en él. Pero insistir en el
diagnóstico nos remite a la lógica médica, como si el problema se solucionara
con una receta. Me parece que no se puede pensar la política como una lógica
del “debe ser”, sino que resulta necesario entenderla como un juego de actores
en un campo donde confluyen distintos capitales; actores que no necesariamente
están guiados por la acción racional, ni tienen todos como objetivo la salud de
las personas, donde hay fuertes procesos simbólicos en juego que llevan décadas
de acumulación y que resulta muy complejo el deconstruirlos. Y en ello también
es necesario reflexionar, porque sino la discusión no nos llevará a ningún
lado.
Estos problemas se enfrentan también en otros países,
aun en aquellos con gobiernos progresistas y con los cuales nos identificamos.
Voy a traer dos anécdotas: Compañeros venezolanos nos comentaban los otros días
sobre la insistencia de Chávez en colocar militares en el área de salud en los
últimos cambios ministeriales, con lo cual la gente del campo sanitario queda
en cierta manera relegada en los procesos de toma de decisiones. Segunda
anécdota: en el último Congreso de ABRASCO, el Presidente Lula le decía al
Ministro de Salud de Brasil algo más o menos así, “Muy interesante todo esto
del Congreso de la Salud Colectiva pero, ¿por qué los hospitales no
funcionan?”. Estas cuestiones reflejan los niveles de medicalización, más allá
de las posiciones a veces ideológicas. Ello debe resaltar la complejidad, en el
sentido de ¿cómo hacer para colocar estos temas en la agenda pública? Y me
parece que ahí no podemos obviar la complejidad y las profundas raíces sociales
que tiene el Proceso-Salud-Enfermedad-Atención. Ya hace mucho tiempo, la
Fundación Rockefeller planteaba que la medicina era mucho más útil que las
bayonetas para dominar pueblos perspicaces.
Creo que el aproximarse a una búsqueda de soluciones
–y en esta línea siempre hemos trabajado siguiendo a Mario Testa- implica la
necesidad de construir nuevos y más actores sociales, para desnaturalizar y
problematizar diferentes espacios y problemas. Los trabajadores de la salud
enfrentan cotidianamente montones de situaciones que son frentes de combate y
espacios de transformación de procesos de medicalización y de construcción de
ciudadanía. La idea es aprovechar entonces esos espacios de autonomía que nos
dan las organizaciones de salud, por su singular diseño, para avanzar en eso
que Gramsci definió como guerra de trincheras.
Es necesario, si queremos avanzar sobre la calidad de
la gestión pública y de sus organizaciones, reclamar también una reforma
profunda del Estado, si queremos gestionarlo de otra manera. La reforma del
Estado no puede ser una bandera sólo del modelo neoliberal. Debemos entender
que la estructura actual del Estado, como está diseñado, con sus normas y con
sus lógicas, no permite un proceso de transformación. Tenemos que asumir que
con las reglas de juego actuales, querer transformar el Estado es sumamente
complejo por no decir imposible. Y esto también es parte de un proceso de
acumulación histórica de poder que ha definido cierto funcionamiento de las
cosas. Por eso insistimos en la necesidad de una reforma de estas
organizaciones, pero desde adentro, y en esto vamos a seguir a Carlos Matus
cuando planteaba que no hay posibilidades de cambiar a estas organizaciones
desde afuera, ya que no responden a una ley, parecieran tener una capacidad de
generar un sistema inmune que rechaza cualquier cosa que venga de afuera en el
sentido de cambiarlas y/o reformarlas. Lo que hay que tratar de hacer es apostar
a través de los trabajadores, a través de los sindicatos –y creo que ahí los
sindicatos tienen un rol fundamental- producir una transformación desde adentro
y en función de los procesos de trabajo.
No creemos que una ley de salud cambie la situación de
salud porque la correlación de fuerzas de los actores no da para eso. Nuestro
país en ese sentido tiende a ser un cementerio legislativo: podremos en el
mejor de los casos conseguir legalidad pero ello no implica necesariamente
construir legitimidad. Legitimidad significa la construcción de actores dentro
de esas organizaciones y de la sociedad. En este sentido, traigo como un hecho
positivo la cantidad de compañeros y compañeras –y esto es un hecho que me
llama la atención- que a lo largo del país, en el sistema público, muchas veces
de manera autónoma, buscan cambiar sus espacios situacionales. Creo que esta es
una señal muy positiva. El reconocer que esos trabajadores que enfrentan
situaciones epidemiológicas complejas, que enfrentan problemas graves al
interior de sus organizaciones, están luchando por transformar esas
organizaciones es un dato necesario de recuperar.
No creo que la solución a los problemas del campo de
la salud pase por aceptar como progresista la división entre APS para el sector
público y alta tecnología para el sector privado. Ese juego que se está
planteando, implica que toda la medicina rentable quede en el sector privado.
Por ejemplo en Argentina hay 25.000 pacientes en diálisis y más del 95% es
tratado en forma privada, pero el 90% es financiado por el sector público,
donde el PAMI y el PROFE son los principales financiadores de un negocio
aproximado de 25 millones de dólares mensuales. Si analizamos las prestaciones
de internación psiquiátrica, geriátrica, o de discapacidad a nivel país veremos
situaciones muy similares.
Ahora si uno se coloca en la lógica del “debe ser” es
muy fácil encontrar la solución, sólo hay que conseguir fusionar los fondos del
PAMI, de las obras sociales provinciales y convencer a los trabajadores que se
fusione el sector público y el de obras sociales para crear un Sistema de Salud
Nacional público y gratuito. ¿Y los recursos de poder para lograr ello? ¿y los
actores a favor de ello? y ¿el consenso para lograrlo?
Por ello insistimos que el tema está en construir
actores capaces, no sólo de enunciar el “debe ser” sino de poseer recursos de
poder y capacidades de gestión/gobierno como para poder hacer lo que decimos
que hay que hacer. Porque si no, lo que lograremos será una constante de
compañeros/as golpeados, derrotados por el avance de los que tienen intereses
claramente económicos en el campo. Es decir, me parece que no podemos obviar la
complejidad de un campo que gasta el doble en porcentajes del PBI en salud que
en educación, y los que venimos de prácticas asistenciales sabemos que lo
educativo es un elemento central en la causalidad de muchos de los problemas
que se atienden en las organizaciones como enfermedades o problemas.
Quiero recuperar entonces toda esa cantidad de
compañeros/as que buscan capacitarse; quiero recuperar también las múltiples
experiencias que buscan revertir las situaciones señaladas, por ejemplo ayer me
mandó por mail una compañera de Formosa, Susana Somoza, con un diagnóstico de
lo que está pasando en esa provincia, tratando de que se difundieran en este
espacio. Esas señales sistemáticas de tantas compañeras y compañeros que están
luchando, me parece que son una señal positiva y que es necesario encontrar
canales de confluencia de todo ello. Me parece que en esto no se deben
abandonar los procesos de construcción del cotidiano. Ese proceso de
transformación no es un proceso sólo superestructural, sino, -y lo creo
profundamente y vuelvo a decirlo- una larga guerra de trincheras que implica
una lucha institucional en cada espacio de trabajo, en cada situación -aunque
sea mínima. Celebro los espacios como este, que deberían multiplicarse, en el
sentido de ser espacios de problematización y difusión de experiencias e ideas,
pero que deben ser acompañados de un trabajo sistemático, militante y de alto
compromiso en el cotidiano.
Siento preocupación que confundamos estos encuentros
con meras celebraciones o rituales. Tenemos que escaparle a ello porque hay
gente que la está pasando mal y creo que es nuestro compromiso como ciudadanos
aspirar a otra idea de nación, a otra idea de ciudadanía. Sabemos que no es
fácil. Los conflictos que se están viviendo en el país demuestran que no lo es
y que se enfrentan fuerzas sumamente poderosas. No los vamos a derrotar con
palabras. Gracias.
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